<$BlogItemTitle$> Salta-Unión Cívica Radical-Salta: LA CRISIS (¿O LA DEFUNCIÓN?...) DE LA UCR

Salta-Unión Cívica Radical-Salta

Las mujeres y jóvenes radicales de Salta, Argentina, agrupados en el Ateneo de la Mujer Radical "Juana Azurduy" y la Juventud Radical "Comité Capital" presentan este blog para informar e interactuar con los afiliados en particular y la comunidad salteña en general. La Unión Cívica Radical está viva y es una cuestión de principios.

03 agosto 2006

LA CRISIS (¿O LA DEFUNCIÓN?...) DE LA UCR



Eduardo Antonelli


Las elecciones de 1983

Probablemente no exista nadie más perplejo ante la fuga masiva de votos que experimentó la UCR luego de sus primeros triunfos electorales de 1983 y 1985 que los radicales que continúan militando.

En efecto, muchos de estos militantes están convencidos de que “la cosa no es para tanto” y a la hora de hacer autocríticas el diagnóstico es poco más o menos que “lo que nos pasa es que no nos parecemos lo suficiente a los peronistas, porque no tenemos qué repartir, ya que éstos, que no son mejores que nosotros consiguen mantener su caudal de votos e incluso aumentarlo”.

Si no se comparte este diagnóstico, ¿qué es lo que está mal entonces?. Probablemente el problema viene de lejos y parece aconsejable empezar entonces desde el principio.

¿Cuál es el principio?. Sin duda, el principio se remonta muy lejos, pero antes de ir tan lejos como podría ser necesario (eso lo dejaremos para después) tomemos como punto de arranque el año 1983, en el que la UCR renace luego de muchos años de haber estado en un segundo lugar frente al peronismo.

En 1982, cuando el fin de la última dictadura se veía inminente, la gente se afilia masivamente a la UCR dando la victoria así a Raúl Alfonsín en las elecciones internas, preludiando la que meses después obtendría en las elecciones generales que marcarían el retorno a la democracia, esta vez en forma definitiva.

Acá hay una clave que es muy importante comprender para que la explicación de la crisis del radicalismo sea más clara. Es el pueblo el que, previa afiliación a la UCR, le da el poder a Alfonsín en el partido y es también el pueblo quien le quita el poder y luego su masa de votos y aun de afiliados posteriormente.

¿Por qué la adhesión a Alfonsín y el desencanto posterior, para ponerlo en pocas palabras?. ¿Qué hizo o dejó de hacer Alfonsín?. ¿Es él el único responsable de la debàcle radical?...

La masiva afiliación al radicalismo podría explicarse en la demanda nacional por un retorno definitivo a la democracia y, como lo decía el propio Alfonsín, en ponerle una bisagra a la historia y superar definitivamente el ciclo de gobiernos civiles “malos” que requerían gobiernos militares “buenos” que luego resultaban peores que los civiles... y así sucesivamente en un círculo vicioso que nos conducía a nuestra extinción como Nación.

La demanda social era muy concreta: democracia y libertad, y Alfonsín la comprendió cabalmente, y lo que es más importante, en estos términos la cumplió también cabalmente... Aunque suene extraño, éste es un mérito inobjetable de Alfonsín y si se observa atentamente las expectativas de la sociedad en ese sentido, la respuesta es unánime en situar a Alfonsín como el arquitecto de la democracia definitiva, lo cual no es para nada un mérito menor en nuestra Argentina, y tampoco es un mérito menor para la UCR.

¿Y entonces?... Claramente, como también lo comprendió Alfonsín, la democracia no es solamente una formalidad, “con la democracia se come, con la democracia se educa...” lo que no compone ahora ni entonces un sarcasmo. La cuestión, que era comprendida por el pueblo y su líder de entonces, era que una vez alcanzados los aspectos formales de la democracia, había que hacerla funcionar. Por ponerlo en términos de una metáfora, una vez que el avión había levantado vuelo había que hacer el viaje a destino, no habíamos subido al avión tan solo para enterarnos qué tal era volar...

Y aquí aparecieron los problemas... Al principio, Alfonsín captó perfectamente el estado de cosas y de ánimos e incluso se anticipó, por ejemplo, con la cuestión de límites con Chile en 1984, en que se mostró como el político consumado que por entonces era, dejando en off side al peronismo, sin descuidar la impecable estrategia a nivel de Cancillería de la mano del brillante Dante Caputo, ni de “empachar” (empleando la jerga del truco) al rival peronista con una recorrida nacional, al mejor estilo de una campaña política, poniendo precisamente en un sitio de cuestión política a este tema y logrando una resonante victoria en el plano nacional e internacional, desairando una vez más al peronismo.

El otro tema, más cercano a las demandas sociales, era la de los derechos humanos y aquí también Alfonsín se manejó con todos sus reflejos políticos, realizando asimismo una jugada política y ética maestra al ordenar el juicio a las juntas militares, con los resultados conocidos y el beneplácito de las naciones líderes que, como en el caso de la cuestión de Chile, observaban el reencuentro de la Argentina con sus mejores tradiciones ya hacía mucho tiempo olvidadas, a la vanguardia en América Latina.

Hubo un tercer éxito resonante de Alfonsín, esta vez en materia económica, haciendo honor a su convicción de que “con la democracia se come” y que fue el Plan Austral. Este Plan representaba una muy audaz jugada económica proponiendo una alternativa heterodoxa pero consistente con las leyes de la economía para ordenar la economía, detener la inflación y encauzar el crecimiento y desarrollo económicos. Sin embargo fue justamente en este plano donde aparecieron los problemas... y las flaquezas.

El Plan Austral no fue, desde luego, la última gran jugada política del gobierno radical de Alfonsín. Hubo otros emprendimientos audaces, como el Congreso Pedagógico (“con la democracia se educa”) y la reforma del estado. El Plan Houston y los intentos de reformas y modernización de empresas públicas asociándolas con capitales y/o empresas de otros países, tales los casos de Aerolíneas Argentinas o la por entonces ENTEL (Empresa Nacional de Teléfonos). Sin embargo todos estos emprendimientos fueron si se quiere fácilmente neutralizados por el peronismo, quien, como ocurriera en reiteradas oportunidades, contó entonces como en otras épocas con el entusiasta apoyo de la Iglesia Católica.

El peronismo había quedado muy noqueado por la derrota electoral de 1983 y las otras dos de 1984 (en este caso, se trató de una elección no vinculante relativa a la cuestión del litigio con Chile) y 1985, elección esta última que precisamente el Plan Austral posibilitó ganar, gracias a la brusca desaceleración de la inflación que el Plan consiguió en los primeros meses de su aplicación.

Pese a estos traspiés electorales, el peronismo era y es un partido con una extraordinaria vocación de poder y aunque derrotado a escala nacional y en algunas provincias, había logrado imponerse en otras a la vez que le dio “piedra libre” a la “rama sindical” para que hostigara al gobierno.

El Plan Austral le dio al peronismo una oportunidad en bandeja, pues la piedra fundamental del Plan (de ése y de cualquiera) era la estabilidad de los salarios y allí fueron los “13 paros generales” que con lágrimas en los ojos del “líder” sindical Ubaldini (era propenso al llanto) se cumplieron prolijamente, para éxtasis del Partido Justicialista.

Frente a la presión por el aumento de salarios, una respuesta correcta habría sido aquélla de 1984 ante al problema de límites con Chile: salir a recorrer el país advirtiendo (en este caso) de los peligros de los aumentos masivos de salarios y de la importancia de cuidar el Plan Austral, aprovechando la instancia para asegurar los votos y dejar mal parado al sindicalismo burócrata y corrupto.

Lamentablemente aquí Alfonsín cometió su primer gran error y consintió un aumento de salarios que al poco tiempo desató nuevamente la inflación. Por otra parte, hay que señalar que Alfonsín no tenía demasiadas simpatías por un Plan que existía austeridad fiscal y mantener a raya a las provincias, entre las que las peronistas (y algunas radicales también) gastaban como en las mejores épocas del gobierno de Perón. Más convocante era pensar en el Tercer Movimiento Histórico, “ahora que ya no existe el peronismo...” como se pensaba (más que se decía, aunque también se decía) en las esferas oficiales...

El segundo gran error se dio en Semana Santa de 1987. Los malestares y reclamos de los militares por los juicios a quienes habían cometido delitos aberrantes contra los derechos humanos, desde los jefes militares de las Juntas hacia abajo, había venido creciendo y explotó en el levantamiento de un Teniente Coronel, Aldo Rico, precisamente en la Semana Santa de 1987.

Los militares “leales” no tenían ninguna convicción para reprimir a sus camaradas y los días pasaban sin que los insurrectos fueran neutralizados. Alfonsín entonces, haciendo caso a su instinto político (y a su coraje) fue a dialogar con los insurrectos, quienes le arrancaron concesiones, tal vez excesivas.

Sin embargo, más allá de cuán fuertes fueron esas concesiones, la población se mostró desencantada porque una vez más la prepotencia militar se imponía sobre la sociedad, como si nada hubiera pasado a lo largo del Siglo XX. La gente quería que los militares escarmentaran y estaba dispuesta a avanzar sobre los rebeldes si los militares “leales” no hacían nada. La visión más holística (pero en este caso, probablemente no más correcta) de Alfonsín, al querer evitar derramamientos de sangre y nuevos desencuentros hacia futuro no fue visualizada así por la gente que quería un escarmiento definitivo a los militares. Sí lo comprendió, en cambio, Menem años más tarde, aunque el precio que debió pagar por ello (los indultos a los militares ya juzgados) fue mucho más caro, si bien esta vez los militares fueron leales sin comillas y reprimieron como correspondía y, como el pueblo lo percibió aquella vez de Semana Santa de haber tenido lugar una represión ejemplar a los “carapintada”, nunca más hubo “planteos” de los militares.

La reaparición de la inflación y la insurrección militar impune fueron demasiado para el gobierno radical, y el peronismo, que había aprendido la lección y se había sumergido en un baño de “reforma” para occidentalizarse y maquillarse como un partido democrático y moderno, le infligió una dura y definitiva derrota electoral al radicalismo en 1987. De nada sirvieron los “coroneles” que envió Alfonsín a las provincias para recordar a los “fieles” que debían seguir votando a la UCR, sobre todo cuando, además de los “coroneles”, el gobierno radical enviaba generosas ayudas económicas a las provincias peronistas, ya que “ahora todos somos compañeros”, como decía el Alfonsín líder del Tercer Movimiento Histórico, contribuyendo con estas “ayudas” no solamente a la derrota del radicalismo en las elecciones nacionales, sino también, para no correr riesgos, a la del radicalismo a escala provincial...

Los años siguientes hasta la próxima derrota electoral de 1989 fueron enteramente similares: más inflación y “paros generales sensibles”, y más insurrecciones militares. Como frutilla del postre, y dado que la inflación parecía no ser suficiente, en 1989 el gobierno logró un récord en inflación: consiguió la hiperinflación más alta antes lograda, sólo superada unos meses más tarde (en 1990) bajo el nuevo gobierno peronista de Menen, hiperinflación que fue la antesala del Plan de Convertibilidad.

¿Sorprende que la gente se desencantara con el radicalismo y Alfonsín?...

El gobierno peronista 1989-1999

Superada la instancia hiperinflacionaria de 1990, Plan de Convertibilidad mediante, el gobierno de Menem dominó sin problemas la escena política. La convertibilidad fue enteramente eficaz en eliminar de raíz la inflación al congelar de una vez y para siempre el precio del dólar, a la vez que se prohibían las indexaciones de salarios y de otro tipo (por ejemplo, alquileres).

Aunque la apertura económica asociada al plan económico junto a las reformas y privatizaciones de las empresas del estado generaron mucha pobreza y desempleo, esto no inquietaba al gobierno peronista, mucho más astuto y con una vocación de poder que hace parecer de una ingenuidad incomprensible al radicalismo: el desempleo lo sufren los desocupados; la inflación la sufren todos, por lo tanto, en la disyuntiva entre inflación y desempleo[1], eligieron combatir la inflación a costa del desempleo.

El otro gran desacierto de Alfonsín, como ya se comentó, lo resolvió Menem pactando con los militares: “¿qué necesitan ustedes para reprimir?...” Menem y los militares cumplieron cada uno con su palabra y el otro frente de desencanto se zanjó definitivamente con una feroz represión ante un nuevo levantamiento militar. De esta forma, haciendo una exhibición de poder y dominando la inflación, el peronismo ganó todas las elecciones hasta la de 1999.

Sin embargo, como se dijo, la convertibilidad y la impronta del gobierno generaron importantes desequilibrios económicos y sociales a la Argentina. Por una parte, la reforma del estado significó el desmantelamiento de todas las empresas del estado a cualquier precio (o, mejor dicho, al más bajo imaginable para los intereses de la Nación) dejando una enorme masa de desocupados con muchas sospechas (o certezas...) de corrupción, a la vez que el esquema de la convertibilidad dejaba al gobierno sin herramientas de política económica con excepción del gasto público del que el peronismo hizo uso y abuso, particularmente para la reforma pro-reelección de Menem en 1995, financiando los déficit con endeudamiento externo y dejando la situación en 1999 muy comprometida para el próximo gobierno.

¿Qué papel jugó en estos diez años de peronismo la UCR?

Alfonsín tuvo que entregar el poder 6 meses antes de su mandato, entre otras cosas, porque el peronismo luego de haber ganado las elecciones seguía en campaña y queriéndolo o no, erosionaba la ya por demás delgada base de sustentación del gobierno, haciendo la situación realmente ingobernable.

Alfonsín entonces resigna el poder, o sea, renuncia[2], y una vez acordado el traspaso del poder, el flamante ex-Presidente se dedica a recorrer el país explicando lo que había pasado... ¡a los argentinos!... creyendo que su imagen se recompondría en podo tiempo y la UCR estaría en las próximas elecciones nuevamente en condiciones de disputar espacios al peronismo.

Muy probablemente (podríamos decir: con toda cverteza...) en su fuero íntimo, Alfonsín no se sentía responsable del fracaso del gobierno radical. Sin duda, su gobierno fue honesto y austero y sin ninguna duda también, él personalmente lo era y sus propósitos eran muy elevados, y en esto tampoco hay ironía. Ya se ha señalado de qué manera el mundo civilizado valoró el esfuerzo de reinserción de la Argentina en la comunidad de naciones que comparten un objetivo común de progreso y defensa incondicional de los derechos humanos.

Sin embargo Alfonsín cometió errores gruesos, tal como se ha mostrado, exhibiendo en general incompetencia para resolver al menos muchos y de los más importantes problemas de la Argentina, del cual el económico no era el menos preocupante. Pero hay algo más: el radicalismo traicionó la fe de los argentinos en un modelo y el partido político que lo encarnaba: el de las formas correctas de resolver los problemas, con decencia, altura y grandeza, pero también, sin menoscabo de la eficacia. La gente percibió que con la democracia no se educó y no se comió (tampoco se reprimió a los eternos soberbios de la prepotencia, ni se arrinconó a los corruptos de los sindicatos y otros cotos...) y aunque el pueblo no estaba dispuesto a nuevos ensayos autoritarios, se desinteresó de los aspectos de la vida en democracia que Alfonsín tanto se esforzó en inculcar: la solidaridad, la construcción de nuevas formas de participación... El mismo Alfonsín que estuvo en la vanguardia de las transformaciones y que cuando era gobernante nos hacía la pregunta: “¿qué es ser progresista hoy en la Argentina?”, en alusión a los marxistas y populistas, que fue responsable de formas imaginativas pero factibles de efectuar transformaciones, se refugió cuando dejó la presidencia incomprensiblemente en los brazos del populismo...

Sin duda, las frustraciones que el radicalismo había creado en la sociedad y las respuestas prácticas pero eficaces que el peronismo logró (el abatimiento de la inflación, el espectacular crecimiento económico, la avalancha de productos importados, las vacaciones en el extranjero) adormecieron por completo a la sociedad que entendió que las propuestas radicales eran solamente un sueño de ingenuos y que eran impracticables.

Por supuesto, el adormecimiento de la sociedad fue también el adormecimiento de los radicales. Alfonsín, como se dijo, se avino en populista y el partido no fue capaz de construir una figura de recambio ni dirigentes nuevos (los “coroneles”, a todo esto, nunca fueron promocionados y pasaron a retiro desapercibidamente...).

El radicalismo careció por completo de capacidad de componer una alternativa al peronismo. Nunca mostró demasiado entusiasmo ni competencia por el manejo de la coyuntura económica y más allá de algunas críticas obvias y teñidas de populismo hacia la convertibilidad, el radicalismo no tenía una oferta alternativa seriamente elaborada. Por cierto, mucho menos existió autocrítica ni un plan estratégico de largo plazo con un debate a fondo (ni siquiera de coyuntura, como se dijo) de las candentes cuestiones de desarrollo económico que el peronismo por su parte, ni antes ni entonces estuvo interesado en encarar.

Sin embargo, el desgaste natural del peronismo unido a la carencia absoluta de austeridad republicana y otros vicios que generaban creciente rechazo de la sociedad, posibilitó que el radicalismo, de la mano de los sectores progresistas moderados, conformara la Alianza que se impuso en las elecciones presidenciales de 1999.

El ¿gobierno?... de la Alianza

La Argentina tenía problemas económicos y sociales muy graves luego de los diez años de gobierno peronista. Por una parte, como se dijo, existía una fuerte desocupación y un agravamiento de la pobreza que el clientelismo peronista claramente no resolvía[3]. Por el otro lado, la sociedad se había hastiado de la frivolidad y algo peor que caracterizó la gestión peronista y buscaba valores éticos nuevamente. Después de todo, ya había estabilidad de precios y la Alianza ofrecía mantener lo que se consideraba que era garantía de esa estabilidad: la convertibilidad.

Si bien de la Rúa, quien ganara las elecciones en 1999, fue enteramente fiel a su promesa de “mantener el 1 a 1”, manifestó una incompetencia que hacía parecer al gobierno de Alfonsín como uno del primer mundo y de hecho su absoluta y categórica ineptitud hizo que el nuevo gobierno radical cayera mucho antes de los 4 años de su acortada gestión luego de la reforma constitucional de Alfonsín-Menem de 1994, llegando al extremo de que en las elecciones legislativas de 2001 el gobierno fue más prescindente que un observador extranjero: ¡no existió campaña oficial en esas elecciones!...

El propio radicalismo contribuyó por acción u omisión a la caída obvia de de la Rúa (se dice que Alfonsín, con el radicalismo y el peronismo de la Provincia de Buenos Aires fueron actores clave en la caída de de la Rúa) y en las elecciones de 2003 el radicalismo obtuvo su récord de votos mínimos: ¡el 3% de los votos, contra más del 50% que había obtenido Alfonsín en 1983!...

Una breve historia de la UCR

La UCR nació en la Argentina abanderando una protesta de la sociedad progresivamente creciente ante la ausencia de legitimidad de los gobiernos que se sucedían desde la Organización Nacional (hacia 1862, aproximadamente) debido al mecanismo impuesto por quienes detentaban el poder que borraba toda posibilidad de elecciones transparentes.

Luego de aproximadamente dos décadas de lucha popular que incluyó varios levantamientos con carácter revolucionario en procura del protagonismo popular en el gobierno, la Ley Sáenz Peña de voto secreto y obligatorio consagró precisamente a la UCR en 1916 en las elecciones generales siendo Hipólito Yrigoyen el primer Presidente surgido por la voluntad popular libremente expresada.

El gobierno radical fue fiel a su origen: la UCR nunca había cuestionado, en su etapa de lucha contra el régimen, el orden económico que significaba un alineamiento podría decirse que obvio con el mundo occidental y tampoco lo hizo en función de gobierno. En cambio la UCR en el gobierno fue la abanderada del pleno ejercicio de la democracia y la libertad que por otra parte estaban explícitamente establecidos en la Constitución Nacional; no en vano Yrigoyen lo proclamaba: mi programa (de gobierno) es la Constitución y tampoco es casual que Alfonsín ganara contundentemente en 1983 recitando el Preámbulo de la Constitución Nacional e interpretando, como ya se dijo, perfectamente el sentimiento nacional que quería reinsertarse en pleno bajo el imperio de la Constitución.

Durante los tres gobiernos radicales[4] la Argentina se mantuvo fiel al programa económico de la Generación del 80, si cabe llamarlo así, reafirmando en lo político el ejercicio pleno de nuestra Constitución y una irrestricta democracia, con un manejo honesto de los dineros públicos, a la vez que en el plano internacional la Argentina ratificaba su alineamiento con las democracias mundiales (por otra parte no muy abundantes, ni siquiera en Europa, por aquel tiempo) pero fortaleciendo su independencia internacional, independencia que los fuertes lazos comerciales con el Reino Unido nunca habían puesto en discusión, cabe destacar. Cuando se produce el golpe de 1930 y el retorno a la democracia restringida que representó el interregno hasta el nuevo golpe del 4 de Junio de 1943 el radicalismo se mantuvo fiel a su tradición de lucha, en este caso empeñado en el retorno a la democracia plena que había sido dejada de lado desde 1930.

Sin embargo, cuando Perón gana las elecciones de 1946, la UCR efectúa una importante mutación en lo económico. Como lo señala Mariano Grondona (La Nación, 2 de Octubre de 2005) el radicalismo se mimetiza y adopta, a través del Programa de Avellaneda de 1947, el mismo programa económico del peronismo, en una actitud que podría imaginarse como de autorreproche, ya que muy probablemente el impacto de la derrota electoral de 1946 debió hacer sentir a los líderes radicales que debían reposicionarse ideológicamente y en lugar de elegir (o ratificar) una posición de centro-izquierda liberal frente al populismo de centro-derecha del peronismo[5], escogió un populismo en lo económico, aunque se mantuvo fiel a su ideario en defensa de la Constitución: en este aspecto el radicalismo nunca abandonó su impronta liberal.

De todos modos, la cuestión económica no fue el eje del debate ideológico del radicalismo y hay que reconocer que nunca lo fue, ni entonces ni ahora. En este aspecto el radicalismo mantuvo una actitud más que nada de apoyo tácito a las leyes progresistas del peronismo durante el gobierno de Perón, en tanto la discusión lúcida de las cuestiones económicas estaba centrada en el mantenimiento del ensayo de industrialización de Perón por parte del propio peronismo con sus planes quinquenales, o las propuestas de profundización del nuevo lineamiento de la economía, que llevó a cabo luego del golpe contra Perón en 1955 Arturo Fondizi[6].

En otros aspectos, en cambio, la UCR mantuvo durante el gobierno de Perón una sólida actitud opositora, cuestionando los aspectos más oscuros del gobierno de Perón que en materia política se parecía (¡asombrosamente!...) a las tradicionales dictaduras latinoamericanas de aquellos tiempos.

Producido el golpe contra Perón y una vez concluido (por la fuerza, como se dijo) el gobierno de Frondizi que fue respetuoso de los derechos civiles pese a serios problemas laborales y a incontables levantamientos militares, el último de los cuales directamente lo depuso del gobierno, las elecciones de 1963 llevaron nuevamente a la UCR al gobierno[7] de la mano de Arturo Illia, un médico cordobés, austero y de más hechos que palabras o discursos.

El nuevo gobierno radical fue clásicamente radical: honesto, escrupulosamente respetuoso de la Constitución y los derechos civiles, hasta el punto de que, pese a que había surgido al amparo de la veda que los militares imponían a Perón desde el golpe de 1955, no titubeó en convocar a elecciones en las provincias levantando la proscripción al peronismo, lo cual, pese a que la economía se desenvolvía extraordinariamente bien[8] y los aspectos sociales estaban muy bien manejados, no impidió que los militares vinieran a poner orden a través de otro golpe perpetrado el 28 de Junio de 1966, produciendo una gigantesca purga en las universidades y alentando el surgimiento de la guerrilla que eclosionara en la década de los setenta entre otros éxitos.

El absurdo del golpe de estado de 1966, unido a los inocultables resultados económicos y otros méritos del gobierno radical, por ejemplo en el plano internacional[9], contribuyeron a prestigiar algunos años después a la UCR, aunque estaba presente un sentimiento de vindicación por parte de la Argentina peronista, lo que se concretó en el retorno de Perón y su impactante triunfo en 1973.

El peronismo de entonces, conforme la estrategia del propio Perón, concentraba un abanico ideológico que abarcaba desde la extrema derecha ultranacionalista y nazi-fascista, hasta la ultraizquierda, abiertamente terrorista. Con la bendición del propio Perón, primero el gobierno constitucional y luego el surgido del nuevo golpe de estado del 24 de Marzo de 1976 se dedicó eficaz pero de manera extremadamente cruel al desarticulamiento de la guerrilla, sembrando el terror de estado y poniendo a la Argentina como ejemplo de las naciones más aberrantes de la historia, prácticamente en un pie de igualdad con la Alemania nazi.

La UCR, durante esta nueva etapa peronista, guiada de la mano de Ricardo Balbín, un hombre gris pero de inobjetables y austeras virtudes republicanas, defendió firmemente el precario estado de derecho que se había conseguido y que la muerte de Perón, en Julio de 1974, hacía más precario aún, reclamando que había que llegar a las elecciones de 1977 aunque fuera con muletas...[10]. También la del líder radical fue una de las pocas voces que sin estridencias y algo elípticamente, pero con constancia, señalaba los excesos de la dictadura militar luego de producido el golpe de estado, en una época en que no había muchos que se animaran a criticar las desapariciones y asesinatos de los militares, y en la que muchos de quienes lo hicieron pagaron con su propia desaparición y asesinato esta “osadía”.

Lo demás es historia reciente y por lo tanto conocida. La UCR en 1983 gana contundentemente las elecciones, con méritos propios, con coraje cívico y con el recuerdo del gobierno de Arturo Illia, un gobierno ejemplar en cuanto a austeridad republicana y defensa incondicional de las libertades cívicas y de las mejores tradiciones argentinas, y también, desde luego, con el recuerdo del horror vivido en la década de los setenta, horror del cual el peronismo fue un responsable y protagonista directo.

¿Hay espacio en la Argentina de hoy para la UCR?

¿Queda un espacio para la UCR en la Argentina del presente y del futuro?. La respuesta depende exclusivamente de los radicales. Si la UCR resigna sus veleidades de jugar al populismo pseudo izquierdista en materia económica y en cambio se vuelve sobre sus mejores tradiciones que son las que la Argentina mejor valora (y, ¿por qué no?, también extraña...) la honradez que caracterizaba a sus dirigentes, la profunda convicción republicana y un sano ejercicio de la democracia y la libertad, méritos a los cuales debe sumarse la eficacia en la gestión de gobierno, seguramente volverá a tener la confianza de la ciudadanía, la que por cierto deberá cuidarse de no volver a defraudar.

La UCR tiene un lugar asegurado en la política argentina, en tanto, como se decía, se reconcilie con sus mejores tradiciones y vuelva a parecerse a sí misma. Si bien la Argentina tiene una importante porción de su electorado que se siente absolutamente consustanciada con el peronismo, también hay una gran proporción de argentinos que creen de importancia fundamental la plena vigencia de las libertades públicas, la independencia de los poderes, la ética republicana, el respeto a las provincias, que la Argentina vuelva a ser señera en cultura y ciencia...

Sin duda, una gran parte de todo eso de alguna manera lo representa la UCR, en tanto los propios radicales rescaten que defender la libertad, esto es, ser liberal, no es una mala palabra sino todo lo contrario. Lamentablemente, parecería ser que muchas personas del arco progresista, especialmente muchos radicales de hoy, consideran que solamente se puede serlo abrazando el populismo, que es a la economía como la demagogia a la democracia...

Una gran parte de los actuales dirigentes radicales sufre de un complejo de populismo y considera que la única forma de purificarse es tratar de parecerse todo lo más posible al peronismo (cosa que algunos dirigentes han conseguido bastante bien, en particular en las prácticas de la compra de voluntades de lo cual puede dar una extensa cátedra el ex-Presidente de la Rúa...)

Estas actitudes le regalan al conservadurismo las ideas de libertad aplicadas a la economía, conservadurismo que tiene una visión fundamentalista según la cual el mercado lo es todo y propone en consecuencia un estado desertor. En el otro extremo, el populismo considera que el estado puede hacer todo y con un enfoque voluntarista a la vez que autoritario pretende que el estado sea empresario, redistribuidor, hacer caso omiso de las cuentas públicas saneadas y provoca, como bien lo sabemos los argentinos, las peores regresiones en materia de inflación y distribución regresiva del ingreso.

Como en todas las cosas, las soluciones no están en los extremos. La libertad económica también es conciliable con el progresismo, porque solamente en el marco de la plena vigencia de la libertad a secas se realizan los pueblos. Hay espacio para el mercado y para el estado, logrando el primero la mejor asignación de los recursos escasos y asegurando a través de la ganancia las inversiones y el crecimiento de la economía. Y hay espacio para el estado, poniendo contrapesos, reuniendo recursos en las etapas expansivas de la economía a través de impuestos a quienes pueden pagarlos y estabilizando la economía cuando el ciclo impone una etapa recesiva, al revés de lo que hacía de la Rúa, que se acordaba de la austeridad republicana, haciendo de la necesidad virtud, cuando el mundo no nos quería prestar más (lo que recuerda a La Rochefocault que sostenía que, cuando no estamos en edad para seguir dando malos ejemplos, nos acordamos de dar buenos consejos...)

En resumen, el progresismo es la vigencia plena de las libertades, sin estereotipos, siendo siempre fiel a los ideales y permitiendo que los instrumentos se adecuen a los tiempos que corren, echando mano de los avances en todos los terrenos, economía incluida. No es ser progresista opinar que un poco de inflación no está mal o que hay que apoyar el mercado interno en lugar de exportar o pavadas por el estilo. Se es progresista defendiendo el derecho de las personas a tener empleo, asegurando la educación de calidad que es la mejor oferta redistributiva y así por el estilo. Los verdaderos progresistas están casados con sus ideales, no con los instrumentos que hoy pueden ser funcionales y mañana dejar de serlo...



[1] Esta disyuntiva se conoce en economía como Curva de Phillips.

[2] Por aquel entonces corrieron ríos de tinta, pero de los muy caudalosos, intentando explicar qué significa resignar. En Inglés, resign significa precisamente renunciar ¡y en Español también!... ¿Qué es la resignación, sino una renuncia (aunque sea a nuestro pesar...)?

[3] Debe ser por demás obvio que ningún populista que se precie de tal tiene verdadero interés en resolver el problema de la pobreza. ¡Los que dejaron de ser pobres ya no necesitan la dádiva oficial!...

[4] O si se quiere, los dos gobiernos completos de Yrigoyen y Alvear y el segundo gobierno, esta vez trunco de Yrigoyen debido al golpe de estado del 6 de Septiembre de 1930.

[5] El peronismo de entonces y por mucho tiempo hasta por lo menos la década de los setenta, recuérdese la guerrilla montonera y la Triple A, incluía también un ala de derecha extrema nacionalista y algunos sectores más cercanos a la izquierda (y algunos también bien mimetizados...).

[6] Pese a que se ha sostenido que el radicalismo careció siempre de una definición propia en materia económica, el propio Frondizi era radical, aunque sus ideas económicas radicales derivaron en lo que se llamó el frondo-frigerismo, por Rogelio Frigerio que fundó con Frondizi el Movimiento de Integración y Desarrollo poco después que Frondizi ganara las elecciones, apartándose definitivamente de la UCR, una de cuyas ramas, la Unión Cívica Radical Intransigente lo llevó al poder en las elecciones de 1958.

[7] Por entonces y como consecuencia de la división de 1957 la UCR se denominaba Unión Cívica Radical del Pueblo.

[8] La excepción la constituía la inflación que se había originado durante el gobierno de Perón en la década de los cuarenta, pero que se había duplicado desde entonces alcanzo niveles próximos al 30% anual, lo que por otra parte parece un desempeño a-la-Suiza si se compara con la hiperinflación de la década de los setenta y ochenta.

[9] Se destaca el esfuerzo por enfatizar el status colonial de nuestras Malvinas en una época de plena descolonización y el reconocimiento explícito de esta situación por parte de Naciones Unidas.

[10] Durante la última etapa del gobierno militar que derrocara al radicalismo, un radical, Arturo Mor-Roig, (convocado por el gobierno del general Alejandro Lanusse, quien quería institucionalizar nuevamente el país) que fuera cobardemente asesinado por la guerrilla, produjo importantes cambios en la Constitución, incluyendo el acortamiento del mandato constitucional, de 6 a 4 años, y el sistema del ballotage en la elección presidencial.


1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Eduardo, me pareció impecable tu analisis historico de los ultimos años, solo falta agregar que los levantamientos de los carapintadas fue un arreglo y jugada del peronismo y que luego en el poder Menem no les cumplió, por eso ellos hablaban de Alfonsin como zurdo pero a Menem lo acusaban de traidor (Seineldin).Lo de De La Rua, que nos termino haciendo complices del Menemismo y las politicas Neo liberales de los "90". Un Abrazo Jose Maria

3:45 a. m.  

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